Estuve
pensando que tras cada uno de los libros de la LIJ hay una concepción implícita
o explícita de la niñez y que para quienes somos mediadores desde distintos
lugares es muy bueno desentrañarla. Para eso hay variados puntos de vista: la
niñez como construcción social y cultural, la que deviene de distintos
encuadres sicológicos y sicoanalíticos, las que se han formado a raíz de los
cuentos tradicionales, la que proviene de la escuela como institución, las concepciones
dinámicas, las radicales, la que tiene o crea cada escritor y la que demanda el
mercado editorial, y desde esa pequeña diversidad que he ido desplegando, hay
una pluralidad más íntima, más personal-diría- que podría responder esta
pregunta no retórica: a qué niño apela un autor cuando escribe: ¿el niño que
habita los espacios tecnológicos, o el niño alejado de ellos, el niño que puede
si lo desea acceder a libros, juegos, notebook o el niño que vive en los
asentamientos urbanos, el del barrio o el marginado, el de los pueblos
originarios o el de la capital, el que está solo o el que tiene un marco de
contención, al que sabe jugar y perder o el que quiere ganar de cualquier forma?
Quizás si pudiéramos hacer un ejercicio de indagación sobre este aspecto en
cada lectura podríamos elaborar una mirada más profunda, más auténtica de la
LIJ argentina y americana.
De
la lectura de los libros infantiles se obtiene una respuesta primera que habla
de nosotros, los que compramos, leemos y mediamos en esa escritura y por cierto
habla de los autores y editores. Nos permite responder algunas cuestiones:
escribir de quién, para quién, y sobre qué.
Nos
deja seleccionar de otra forma, no sé si mejor, pero seguramente conscientes de
la influencia que ejercemos sobre los chicos que reciben lo que les elegimos. Tarea
seria, ¿no?- digo- decidir por el otro. Por suerte, el lector se libera de toda
influencia en un momento de su vida y empieza a ejercer sus derechos,
que no son pocos.
Algo sobre los vínculos entre historia y género en este enlace que he seleccionado a raíz de conmemorarse la semana de mayo:
Libros
para compartir:
Cartas
y cuentos con historia, 2012, Mabel Pagano, Comunicarte.
Es un libro que junta tres tipos textuales: la epístola, el cuento breve y el
texto informativo en 10 capítulos que se fundan en personajes de la historia
argentina, cada una abre con una carta que luego recrea en un cuento y acaba
con una información sobre el personaje. Es una ficción histórica, una modalidad
en la que Pagano se ha especializado con gran solidez.
Magenta,
Laura Ormando, primer premio editorial Sigmar 2012, con ilustraciones
de Leicia Gotibowski. Es una reunión de cuentos que abordan distintos
temas vinculados con el amor, la identidad y saberse diferente, el
cuento que da nombre al libro es el último. Lo que merece un comentario
especial es la escritura de la nueva autora, tan bien configurada que
nos acerca a las emociones humanas más profundas. Reitero la manera de
narrar y no el tratamiento de los temas es lo que distingue este libro.
La bruja y el espantapájaros,
2011, Gabriel Pacheco autor/ ilustrador, Fondo de Cultura Económica. Una bruja
intenta seguir a sus compañeras con su monomóvil pero en el intento cae al
suelo. Está muy apenada, descubre cerca a un espantapájaros que es quien va a
ayudarla junto con una pequeña ave. El cuento reúne la solidaridad en estas
pequeñas y valiosas criaturas que
encuentran otras formas de vivir. Maravillosa a la vez que inquietante cada
página que se deja descubrir.
Sucedió en colores.2011,
Liliana Bodoc, Alfaguara, es
un conjunto de cinco cuentos independientes unidos entre sí por los nombres de
los relatos: Rojo, Blanco, Amarillo, Verde y Negro, desde un diablo que quiere
enamorar a la vendedora de manzanas, la leyenda que explica el origen del ciclo
de la luna, la pesadilla de un emperador por conservar el poder, las
premoniciones de una campesina ante las desgracias por venir hasta llegar a un
deshollinador que cambia su destino por una equivocación. Los tonos y la
intensidad de los relatos de Bodoc son muy atractivos.
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