¿Qué es la posmodernidad sino una
gran incertidumbre? Un tiempo en el que algunas certezas se han desvanecido
para siempre. Sobre esta afirmación desearía sacar
esta salida que por supuesto tiene que ver con la literatura.
El
extraordinario desarrollo tecnológico que hemos conocido en estas últimas
décadas ha propiciado que el horizonte virtual que se anunciaba como un
prometedor paraíso haya acabado convirtiéndose para muchos en un lugar
amenazado por la incertidumbre, cuando no en una especie de desgracia
personal, un teatro de operaciones que
presenta elementos propios de una prisión y en el que los sujetos tienen algo
de creaciones virtuales, entes programados por una computadora. En tiempos
marcados por la virtualidad, el simulacro y la apariencia, este desarrollo
–basado, como señalara Baudrillard, en el paso de lo táctil a lo digital– ha
permitido que la vida quede en muchas ocasiones en suspenso, desconectada de la
realidad, abandonada a los latidos electrónicos de un aparato: pierdo la
conexión de la computadora con Internet o se me agota la batería del teléfono
móvil y parece que con ello se me escapa mi vida, mi presente, esos contactos
virtuales que en el imaginario funcionan como reales.
Ese
es el pulso de la cotidianeidad. De allí
que el libro ese objeto consistente que sostengo entre mis manos tiene peso, es
capaz de generar múltiples significados y asociaciones, existe, está presente y
me interpela. Las palabras que lo ocupan han sido habilitadas para modificarme
en cada acto de lectura, la pantalla no puede hacerlo. Está frente a mí y no me
saca del piloto automático que me asiste a diario.
Es
cierto que todos los adelantos tecnológicos han provocado un aumento en el
trasvase de información por vías electrónicas (correo electrónico,
videoconferencia, servicio de mensajes cortos, telefonía móvil, blogosfera y
sitios web con fines supuestamente sociales como Facebook, Twitter,
LinkedIn, etc.) más ¿ese hecho se traduce en un incremento del diálogo,
la comunicación, el conocimiento y el espíritu crítico?
Como
las obras en capítulos, continuará…
Me
parece un buen tema para este tiempo sin ideas marcado por las emociones más
virulentas.
Libros para compartir:
De
Edelvives dos libros muy distintos recomendables.
El
tema es novedoso, son las cartas de una maestra rural a través de las cuales se
puede reconstruir su experiencia, su trabajo y su visión de la realidad en
zonas rurales. Lo interesante es la crónica de una sucesión de situaciones
`propias de los pueblos que conservan su color local: mateadas, pan recién
amasado en hornos de barro, las charlas in tiempo, el disfrute de los chicos no
contaminados con el ruido y la demanda de los centros urbanos. Esto me hace pensar que ese medio aunque marcado por la pobreza se escapa del tiempo
líquido y vacío. Bien escrito, quizás muy explicativo, es un discurso adulto
nostálgico y tierno.
Es
un libro de microrrelatos que no llegan algunos a la categoría de cuentos
breves, en esto discrepo con lo que dice la contratapa. Tiene aparecidos, almas
en pena, fantasmas, en fin esas obsesiones nuestras que adoptan formas a través
del miedo.
Está
bien resuelto tanto desde la escritura como desde la ilustración a cargo de
Andrés de Barca. Una experiencia de escritura que busca lectores avezados.
Dos libros sobre la gesta sanmartiniana
bien distintos:
Libertadores. de Laura Ávila, 2017. Buenos Aires,
Edelvives. Es una novela entretenida, muy bien narrada donde una niña
pehuenche se cruza con San Martín que se prepara para pelear contra los
españoles. Con agilidad, humor y mucho ritmo narrativo, la novela se despliega de un tirón.
El camino de San Martín, Mario Méndez. 2017.
Buenos Aires , Edelvives.
Es una novedosa propuesta, un
concurso literario sobre el Cruce de los Andes, una fundación que invita a los
chicos a participar y un jurado de escritores. Una ficción de lo que realmente ocurre con
el agregado que están expuestos los cuentos a elegir. Si bien hay una decisión
final , queda abierta la pregunta para cada lector : ¿ los hubiera elegido ? Excelentes ilustraciones de Alberto
Pez.