Hoy,
en el día de la Independencia argentina, a tono con el color local, pienso en
lo bueno que es trabajar con las tradiciones tanto en la poesía como en la narrativa.
Volver a recuperar la voz de los recopiladores que se han ocupado de reunirlas en antologías en forma
de estudios sistemáticos como Raúl Cortázar, Berta Vidal de Battini, Ada Elflein,
entre los más notables. Su aporte ha permitido divulgar los relatos populares,
mitos, leyendas y cuentos. Cada pueblo tiene sus recopiladores
y sus versionistas al margen de las empresas editoras que han publicado luego
estas recopilaciones, adaptadas muchas de ellas, para su consumo en las escuelas.
Lo
paradójico de este gesto de enriquecimiento en la palabra- no me refiero al
material- es la sobre-adaptación a la que este material se ha visto expuesto o
bien la distorsión de su originalidad en esa mal conocida versión de autor, que
desde mi criterio no debiera en ningún caso poner mano sobre el argumento del
texto primario. El enriquecimiento existe cuando va de la mano del escritor y
en función de transmitir literatura, no cuando responde a los intereses del maestro
y de los temas escolares.
Me
pregunto hasta cuándo deberemos (me
incluyo en otros que repiten lo mismo: especialistas, bibliotecarios, etc.) repetir
lo mismo sin caer en la lectura de esa literatura folclórica que se define por
los intereses del usuario solamente. Sé que un poco de lo que escribo es
estéril y otro resto puede ser compartido y exigido.
Los
textos originales, que a su vez ya han sido transformados por el interés de un recopilador son atractivos porque hablan de la
tierra, de lugares y personajes populares, de mitos propios de pueblos originarios,
de sentidos primitivos. Esto es imborrable.
Mostrar el lenguaje de un lugar o
de un pueblo es parte de lo imborrable. Nos
configura, es nuestra silueta vital, esa que los siglos trataron de conservar a
la vez que transgredir. Toda versión popular llevada a la palabra escrita es
libre, no toda es literaria y ninguna
debería ser escolar.
Ellas deben tener un espacio en la escuela sin domesticaciones, porque el lector es capaz
de superar las dificultades del texto. ¿Para qué está el mediador?¿ para qué
está el lector? Para ser un dependiente o un creativo, un ser limitado o un ser
expansivo. ¿Qué se espera de un chico o de un joven?
Tarea
del adulto, tarea del lector avezado. Tarea del ciudadano.
Ilustradores
y obras:
Dice
de él: Nací en Haedo, ciudad que supo ser también la patria chica del
maestro Alberto Breccia. De niño, después de la escuela matinal, solía pasar
las tardes ayudando a mi padre en la zapatería de la calle Juan B. Justo (...)que se llamaba, precisamente, “Casa Nine
Hnos.”. Mi estado de embeleso era continuo debido a las relaciones de tipo
teatral o sainetero que establecía mi viejo con sus clientes.(…).Los sábados tomaba su violín, se reunía con
sus compañeros de la orquesta de tango y animaba los bailes.(...). Siempre aproveché esta oportunidad
para acompañarlo con el pretexto de llevarle el violín. (..)Con semejante
influencia era evidente que jamás sería contador público nacional. Mi afición
por el dibujo era inocua, casi una gracia infantil, hasta que mi viejo tomó la
decisión, un día cualquiera, de quitar los zapatos de la vidriera del negocio y
exponer para el barrio mis dibujitos.
Esa mañana de sábado, pasando casualmente por ahí, no podía creer lo que veía.
Dos o tres vecinos ponderaban mi “obra” desde la vereda. Me puse colorado y
seguí mi camino, pero ya era otra persona. No tiene sentido agregar que la
gracia devino vocación, que estudié en las escuelas de arte Belgrano y
Pueyrredón. ( …). Sólo quería destacar la
importancia de la caricia en la espalda, en el momento justo, en la época
dorada.
Lecturas para compartir:
Caballero Negro,
Lilia Lardone, 2014. Córdoba. Comunicarte.
Luciano
comienza a armar un castillo con ladrillos de plástico e inventa un héroe al que llama: Caballero Negro,junto
a él vive muchas aventuras. Esa historia se une a la central en la que el niño sufre
la ausencia de su papá que deviene en separación del vínculo con su mamá. Allí
este héroe se desmorona y la historia tiene caminos que se encuentran en el
final.
Como
es la autora: tierna, contundente y buena narradora, así es este cuento de un
chico como otros con una historia de vida tan habitual, tan sensible.
Son
16 cuentos fantásticos en los que el
autor plantea varios interrogantes: qué es la valentía, cómo es ser un héroe,
qué es la magia, el misterio de la buena música, qué es la credibilidad, entre otros. Cada historia plasma uno de ellos
y es el lector el que saca su conclusión a través de esos relatos. En especial,
recomiendo Agua Muerta una nouvelle de
50 páginas, entre los cuentos, que tiene diálogos excelentes, y sobre
ellos se desarrolla la trama. Una técnica frecuente en cada cuento que
atraviesa todo el texto.
Se acompaña de un epílogo donde el autor reflexiona sobre el cuento, la novela y el género de
terror.
La noche del elefante.
Gustavo Roldán. 2012. Buenos Aires: SM.
Solo
Gustavo Roldan podía tener esta ocurrencia: elefantes en su querido Chaco.
Además un elefante que se atreve a expresar a los cuatro vientos estoy podrido. Pertenece a un circo,
pero al llegar a Sáenz Peña siente el aroma del monte y junto a su elefanta
deciden abandonarlo. Él audaz, atrevido. Ella reflexiva. Todo sucede en el
monte, ellos son extraños para los otros animales. El texto nos permite
reflexionar sobre el descubrimiento y la aceptación. Los vínculos diversos que
se pueden establecer.
En
el último texto Los sueños del elefante
plantean su dilema: Vivir en el monte o vivir en el circo. Esta reseña fue
escrita por Verónica Sereno para esta
salida y… abreviada por mí.
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